Así que hoy hablaremos de la Navidad. ¿Cómo recordáis las Navidades de vuestra infancia? Recuerdo que mi madre empezaba bien pronto a preparar la cena de Nochebuena, después de haber estado toda la mañana acabando de hacer las compras. En mi casa se ponía el Belén y el árbol. Mis hermanos ponían un Belén muy completo con ovejas, casas, el castillo de Herodes, el rio con patos y cisnes, lavandera, etc. Y decorábamos el árbol con las bolas, las guirnaldas y en la copa, la estrella. Todo muy navideño. También nos llevaban a los más pequeños a ver el nacimiento de La Florida, tradición que la mayoría de los vitorianos seguimos respetando.
La cena consistía en entremeses fríos y calientes, almejas, langostinos, caldo y el plato fuerte, un cordero asado. La cena terminaba con los clásicos postres navideños: turrones, mazapanes, polvorones, etc. En casa nos juntábamos nueve a cenar y teníamos que desmontar toda la sala y poner unos caballetes para poder sentarnos todos a la misma mesa. Como comprenderéis, hoy en día, con cuñados y sobrinos, ya es imposible repetir estas cenas navideñas en familia.
Pero lo más bonito es que había una gran unión entre todos. Después de la gran cena, mi padre nos amenizaba la noche tocando la flauta y nosotros le seguíamos con panderetas y cantando. Más tarde, nos recorríamos las casas de los vecinos para cantar y juntarnos un rato todos, para después volver cada uno a su casa y seguir jugando a las cartas o charlando, una tradición que se ha perdido completamente. Ahora los jóvenes están deseando cenar y marcharse, ya que ahora también abren muchos bares ese día, una pena para mi gusto. En aquella época aún no se celebraba el Olentzero, así que el día de Navidad era muy parecido al de Nochebuena.
Después de estos dos días en los que nos hartábamos de comer, y algunos de beber, estábamos toda la semana comiendo sobras, pero nos daba igual. Eran unas Navidades sencillas y sin lujos, pero son las que con más cariño guardo en mi memoria.
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